Un,
deux, trois. Se mira en el espejo. Cabello largo, rizado y oscuro. Ojos
chocolate y diminutos. Mejillas gruesas, boquita de piñón. Un, deux, trois. Su
imagen le dice muchas cosas que no sabe cómo expresar. Se inclina sobre la pila
y abre el grifo. El agua fría, las ideas de sal. Alza el rostro húmedo y sonríe
sin sonreír. Los ojos enrojecidos por unas lágrimas que no caen. Un, deux,
trois. Toma el maquillaje de su neceser. La base primero, para cubrir
imperfecciones. Después el colorete, la sombra y el eyeliner. Más tarde, el
gloss.
Un,
deux, trois. Su reflejo se desdibuja, hasta que termina olvidando de quién es.
Alza el rostro hacia los focos de baño y se imagina sobre la escena de un
ballet. Sus labios tararean una melodía tan desfasada como lo está ella misma.
Un, deux, trois. Retoma el baile y sonríe. A su lado una imagen que no es su
imagen; los delirios de inmortalidad. Un, deux, trois. Una bailarina, una
princesa. Lo eres todo, muñeca. Un, deux, trois. A carcajadas. Sonríe a
carcajadas. Pierde el equilibrio, y cae. A su lado, un bote de pastillas de
Diazepam.
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