viernes, 27 de enero de 2017

Demons

          Estás temblando en una esquina. La habitación donde te encuentras es sucia y sombría. Te encoges sobre ti misma a la espera de que las tinieblas te terminen de engullir. Si no te ven, ¿existes? Si la gente se olvidó de ti, ¿verdaderamente estás ahí? Juegas a ser invisible; actúas de funambulista sobre la línea de la realidad. Llena de polvo y con la ropa hecha jirones, me miras. Nos miramos y te vuelves a acurrucar. Luego sonríes, pero sin hacerlo del todo. Tus dientes, de un inexplicable blanco, relucen en la oscuridad. Me acerco a ti y te tiendo la mano. En el abismo, perdida en el abismo. De nuevo me miras y me encuentro con que no eres tú: son tus demonios los que me cautivan. 

          En el suelo descansan dos cadáveres vestidos de soldado: la sangre, de un inexplicable rojo, reluce en la oscuridad. No quiero preguntarte qué quisieron hacer contigo. La guerra, fue la guerra la que sacó lo peor de nosotros. Maltrechos jugamos a fingir que nada de lo ocurrido fue verdad. Tu ira me reconforta: quiero alimentarme de tu rencor. No tomas mi mano, la empujas. Adoro ese odio que profesas a quienes juraron protegerte y, por el contrario, se aprovecharon de tu vulnerabilidad. Ellos, que estaban tan cadáveres como tu felicidad. Muertos, como lo estoy yo. En un mundo en el que solo hay demonios ¿Qué podemos hacer? El atisbo de una lágrima reluce en tu mejilla derecha. Vamos, no llores: prometo ayudarte a superar tu dolor. Me miras, de nuevo me miras y golpeas mi cabeza con una vara de metal.

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